Los Antecedentes
Los orígenes, del aliado casero por excelencia están en la mente de Robinson de Lancanshire, en el año mil setecientos ochenta, pero tendrían que transcurrir dos años más para que Henry Sidgier, levantara un primer prototipo semejante a un tonel y realizado en madera. El segundo paso lo dio en 1851, James King, cuya 'criatura' fundó el sistema de lavadora de tambor y siete años después, Hamilton Smith, incluyó la rotación en ambos sentidos al sistema inaugurado por King. Antes del perfeccionamiento de este mecanismo, en Crimea tuvo lugar la creación de un aparato que lavaba y secaba ropa dentro del hospital.
La confianza del usuario se resentía ante el peligro de padecer lesiones, puesto que los engranajes de estas primitivas máquinas constituían un daño potencial. No obstante, los avances continuaban iluminado los ojos de las exhaustas amas de casa. Ya en 1880, entran en escena las primeras lavadoras equipadas con un mecanismo que provee de agua caliente a través de fuentes tales como el carbón o el gas, sin embargo, la verdadera revolución se materializó gracias a otra revolución aún más famosa, la industrial.
Alrededor de la primera década de 1900, Alva Fisher aplica un motor eléctrico a la lavadora y, más adelante, se incorpora la puerta al ojo de buey para evitar salpicaduras de agua y, en consecuencia, cortocircuitos. A partir de este momento, la lucha por el mejor posicionamiento en el mercado de las compañías dedicadas a la fabricación y comercialización de estos aparatos (General Electric y Bendix Corporation), será la pauta que marcará los designios de este aparato tan eficaz.
La confianza del usuario se resentía ante el peligro de padecer lesiones, puesto que los engranajes de estas primitivas máquinas constituían un daño potencial. No obstante, los avances continuaban iluminado los ojos de las exhaustas amas de casa. Ya en 1880, entran en escena las primeras lavadoras equipadas con un mecanismo que provee de agua caliente a través de fuentes tales como el carbón o el gas, sin embargo, la verdadera revolución se materializó gracias a otra revolución aún más famosa, la industrial.
Alrededor de la primera década de 1900, Alva Fisher aplica un motor eléctrico a la lavadora y, más adelante, se incorpora la puerta al ojo de buey para evitar salpicaduras de agua y, en consecuencia, cortocircuitos. A partir de este momento, la lucha por el mejor posicionamiento en el mercado de las compañías dedicadas a la fabricación y comercialización de estos aparatos (General Electric y Bendix Corporation), será la pauta que marcará los designios de este aparato tan eficaz.
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